lunes, 6 de diciembre de 2010

ESTÁ DE MODA IR DE TONTITO


Pues sí, parece que está de moda ir de tontito. Es muy fácil ir de tontito por la vida, como si no te importase el qué, el cuándo y el cómo de las cosas, y, lo que es peor, como si no importasen las personas. Pasar de la vida, como quien mira a otro lado, es ir de tontito. Pero sabemos, y sabéis que, en el fondo, no vamos de tontos, que las cosas nos importan, que aunque nos digan que no prestamos atención, que no nos detenemos en las cosas que merecen la pena, que no nos manchamos suficientemente las manos con los problemas de los otros, nada de eso es verdad.
Sí nos importan los otros y nos importa nuestra vida, pero no siempre sabemos cómo expresarlo y cómo decírselo a los demás.
No somos tontos y sabemos ir a lo esencial y reconocer aquello en lo que no siempre ponemos todo el empeño necesario. No somos tontos. Sabemos en quien y en como confiamos. Lo vemos con nuestra familia o con nuestros amigos. Confiamos en ellos. Sabemos que no nos fallarán... y si nos fallan, sabemos que siempre podemos retomar la relación (porque para algo existe el perdón y la misericordia).
Dios confía plenamente en nosotros, de quien se siente fascinado, y nos ofrece, día a día, una oportunidad para caminar con él, para dejarnos guiar por él (como un buen GPS), para tener experiencia de su ternura y su comprensión.
Eso es lo que celebramos en el Adviento: que Dios mismo se prepara para caminar con nosotros. Él se adapta a nuestro paso, confiando en que, poco a poco, vayamos tomando un buen ritmo: el ritmo del corazón.
Es ahí donde hacemos experiencia de la ternura de Dios y de su cercanía. Es ahí donde buscamos las experiencias verdaderas. Es ahí donde prescindimos de todo lo artificial (como de las luces de Navidad y los mensajes y anuncios que intentan vendernos felicidad barata y pasajera) y vamos a lo esencial de las cosas. Ese será el mejor regalo que tendremos al finalizar este adviento: Dios se acerca irremediablemente al hombre, fascinado por nosotros.
Es Él el que nos repite al oído, susurrando: “Yo sé que TÚ NO ERES TONTO. Sabes bien de quien te has fiado”.

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