martes, 27 de noviembre de 2012

LO IMPOSIBLE HUMANO PUDE VOLVERSE LO POSIBLE DIVINO

«La vocación es el corazón mismo de la nueva evangelización en los umbrales del tercer milenio, es la llamada de Dios al hombre para un tiempo nuevo de verdad y libertad, y para una nueva construcción ética de la cultura y de la sociedad europeas» (Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa (NVNE), nº 12). Así se expresa Documento final del Congreso Europeo sobre las Vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Consagrada en Europa. Este texto es un pequeño ejemplo de lo que parece que hoy se está empezando a llamar y a construir: Cultura Vocacional; o dicho de otro modo, que la teología, la espiritualidad y la Pastoral tiene como punto de referencia la vocación, o mejor, que la vocación es el aglutinante, lo que va a dar sentido a la teología, a la espiritualidad y a la pastoral.
   Como dice Amedeo Cencini por cultura entendemos al mismo tiempo conocimiento, interés particular y sobre todo involucración personal e interpersonal para construir algo en lo que se cree y de lo que se está convencido, y que se hace cada vez más patrimonio de todos. Desde este punto de vista, la cultura tiene un elemento individual-personal que al desarrollarse y ponerse en relación se abre a otras personas con el fin de construir algo que llega a ser patrimonio de todos. Así, pues, cultura significa un proyecto orgánico, bien integrado y coherente en sus partes, que puede entrar en diálogo con otras propuestas culturales, significa, también, tener un sistema de pensamiento, cercano a la praxis, a las necesidades y expectativas de la vida de cada día. Al hablar así de cultura me quiero referir a la cultura o culturas que hay en este nuestro continente Europeo, que ha adquirido unas connotaciones nuevas hasta tal punto que podríamos hablar de una nueva cultura o nuevas culturas europeas, ante la o las que los hombres y mujeres de nuestro tiempo tienen que ir enfrentándose con planteamientos personales y relacionales nuevos. Es decir, no se puede vivir hoy sin adaptar, cambiar o transformar los criterios de hace 20 años, porque hay situaciones nuevas y el hombre contemporáneo también va cambiando su forma de pensar, de ser y de actuar. Por eso, la Iglesia y el Papa actual están pidiendo una profunda renovación de los contenidos y del método del anuncio del Evangelio, para hacer a la Iglesia del siglo XXI siempre más idónea para anunciar el Evangelio a la humanidad del siglo XXI. En este sentido se habla de Nueva Evangelización, es decir anunciar el Evangelio de siempre, porque no hay otro, al hombre hoy con nuevos métodos y renovando y actualizando contenidos y lenguajes.
   Un componente esencial de la Nueva Evangelización es la sensibilidad vocacional que está determinada, a su vez, por una experiencia de fe “que está hecha de confianza, de visión del rostro de Dios, de certeza de poderse fiar de Él, hasta el punto de responder SI a su llamada. No por cálculo o por interés personal, no por miedo o comodidad, no por dar gusto a alguien, ni si quiera a sí mismos, sino únicamente por amor, ese amor que se expresa en abandono de sí al otro, en la confianza plena… Educar para la fe en el acompañamiento vocacional quiere decir formar una sensibilidad tan confiada, como para conducir una persona a hacer una elección de vida basada, no en las propias capacidades o sobre los propios músculos, ni siquiera sobre los propios gustos y tendencias naturales, y menos aún sobre la previsión del propio éxito o de la propia autorrealización, sino sobre el hecho desnudo de que eres Tú quien me llamas, quien me lla-amas y, si eres Tú quien me abre este camino entonces no tiene mucho sentido que yo calcule y verifique lo que podré hacer, sino que la única cosa sensata es confiarme a ti, confiarte mi vida y mi futuro, creer que lo imposible humano puede volverse lo posible divino “ (Amedeo Cencini, No cuentan los números. Construir una cultura vocacional, Ed. Paulinas, Madrid, pág. 66-69).

Benjamín Serrano, capuchino

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