martes, 26 de marzo de 2013

SEMANA SANTA

Hay realidades que mejor se entienden en el silencio que con mucha palabrería. Hay momentos en los que mejor nos dedicamos a callar y a escuchar. En la Semana Santa es cuando Jesús “calla”. Apenas si dice unas cuantas palabras. Se parece al nacimiento. Tampoco recién nacido Jesús hablaba, porque los recién nacidos no hablan. Sin embargo, Juan lo llama “Palabra”. En la Semana Santa todos se extrañan de su silencio: “¿No dices nada?” “Y Jesús callaba.” Es que no hay mejor palabra que la vida misma.
   Durante estos días también nosotros debiéramos callar. Las palabras pueden ser una manera de distraernos y descentrarnos del verdadero misterio. Es una Semana para “escuchar”:
   Mirar en silencio y dejar que lo que vemos nos toque por dentro.
   Escuchar en silencio y dejar que lo que vemos se haga palabra dentro de nosotros.
   Escuchar el silencio de Dios, que es la mejor palabra de Dios.
   Nosotros mismos hablamos demasiado, pero ¿habla nuestra vida?
   Hablamos mucho de Dios, pero ¿habla de Dios nuestra vida?
   La muerte pareciera ser el silencio de la vida. Al morir, la vida calla. Sin embargo, si asomamos nuestro oído a la muerte de Jesús, ¿no escucharemos la voz de Dios hablando a nuestro corazón? La Semana Santa debiera enseñarnos a escuchar el silencio de Dios en silencio. Nadie tiene palabras válidas en esta Semana. La única palabra que tiene sentido es el silencio de la muerte de Jesús. Aquí no valen nuestros razonamientos ni nuestros argumentos. Aquí solo vale callar, escuchar en silencio y dejar que nuestro corazón responda.

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