martes, 9 de diciembre de 2014

UNA IDENTIDAD RELACIONAL

   Este pasado verano coincidí en el santuario de Arantzazu (Guipuzcoa), en unos días de retiro, con un arquitecto. Al hilo de las reflexiones de aquellos días, me dejó un articulito suyo que titulaba “Arquitectura relacional”. No era fácil seguirle para uno que no es de ese mundo. Hacía filosofía sobre la arquitectura y era bastante crítico con muchas actuaciones arquitectónicas modernas. Su insistencia podría recogerla en este párrafo:

Frente a ese entorno disperso y atractivo que ha sido siempre, en todas las épocas históricas, el lugar de acción de los arquitectos cuya vocación originaria ha sido y será proponer un orden, siempre diferente, en el caos de la realidad para que la vida fluya, sólo queda mirar con ojos limpios y humildes lo que nos rodea, aprender a asumir sus contradicciones y actuar con decisión para localizar lo global.
La obra de arquitectura no es un objeto sino un conjunto de relaciones expuestas ante un espacio y un tiempo históricos. Recíprocamente, la naturaleza objetiva, real, de la arquitectura se pierde en la consideración de la obra como un objeto sin relación o con relaciones externas a sí misma”.

   Al tiempo, esa idea de relación me hizo pensar y evocar a Francisco desde ese mismo ángulo. Tuve la intuición, nada sorprendente, pero que para mi tuvo algo de novedad, de que la identidad franciscana es una identidad relacional. Ser hermano menor es como “proponer un orden en el caos de la realidad para que la vida fluya…, un conjunto de relaciones expuestas ante un espacio y un tiempo históricos”. Francisco fue transformado en sus modos de relación: consigo mismo, con Dios, con los demás, con el mundo, con los adversarios… Quiere crear relacionalidad a través de todo: del éxito y del fracaso, de la enfermedad y del bien…
   Quisiera ir desgranando a Francisco, lo franciscano, desde palabras, claves, que saben a relación, que llevan a ese núcleo unificador de muchas cosas; rastrear sus textos desde esta sensibilidad. Decía la madre Teresa de Calcuta que “Jesús no vino a traer una nueva religión, sino una nueva relación”. En el fondo, lo cristiano, el evangelio de Jesús, esa relación nueva quiere crear y extender en cada discípulo y discípula. Francisco así lo proclama.
Jesús Torrecilla, capuchino


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