martes, 20 de enero de 2015

UNA CARIDAD VIVA

   Una caridad viva es ante todo algo que parte de la convicción de que el dolor del otro no me puede ser ajeno; algo que brota de la base ética de la dignidad que se otorga a toda persona; algo que busca, ante todo, humanizar, no cristianizar; algo que tiene por absoluto a la persona y su necesidad, no tanto a la idea religiosa de Dios. Una caridad con esos ingredientes no sería humillante, sino llena de vida, de posibilidades.
   Caridad y misericordia son realidades muy próximas. Cuando Jesús quiere hacer ver lo que es el ser humano cabal cuenta la parábola del buen samaritano... Pues bien, ese ser humano cabal es aquel que vio a un herido en el camino, reaccionó y le ayudó en todo lo que pudo. No nos dice la parábola qué fue lo que discurrió el samaritano ni con qué finalidad última actuó. Lo único que se nos dice es lo que hizo "movido a misericordia". El ser humano cabal es, pues, el que interioriza en sus entrañas el sufrimiento ajeno -en el caso de la parábola, el sufrimiento injustamente infligido- de tal modo que ese sufrimiento interiorizado se hace parte de él y se convierte en principio interno, primero y último de su actuación. La misericordia -como reacción- se torna la acción fundamental del hombre cabal.
   Quizá esta espiritualidad pueda ser base para entender que la colaboración a una obra de acción social es una exigencia de la fe, del mismo Evangelio. Una lectura espiritual (espiritualista, a veces) del Evangelio nos ha llevado a creer que éste era un libro religioso, pero no hay tal. El Evangelio, el proyecto, el sueño de Jesús, es, más bien, de componente social, relacional. Lo que él llamaba "reinado de Dios" tiene que ver con cambios de estructuras sociales, la nueva fraternidad, la sociedad de hermanos, el mundo de relaciones nuevas. Esto no puede dejarse a la libre voluntad. No, según el conocido texto de Jn 13,34-35 el amor define a la comunidad de seguidores. Si no tiene este cimiento, carece de sentido. La recuperación del lugar social es decisiva para entender la fe en maneras renovadas. Únicamente desde esta clase de planteamientos, o similares, podremos hablar de una caridad "viva".
Fidel Aizpurúa, capuchino 


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