martes, 12 de mayo de 2015

¿DÓNDE ESTÁ MI VALOR?

Desde la fraternidad de Valladolid ofrecemos un “espacio de encuentro” a través de diálogos personales en los que las personas pueden expresar sus inquietudes, sus dificultades, sus sueños, sus ilusiones, etc. El otro día vino un señor inmerso en una depresión y con un cierto desorden en la vida cotidiana. Quería buscar ánimos en los pequeños avances que iba realizando pero todo lo que le quedaba por hacer, todos sus objetivos que no cumplía -que en su situación eran muchos- le hacían sentirse mal. En el fondo, se alojaba una cuestión: ¿de dónde extraemos nuestro valor, nuestra dignidad? Es una pregunta que podemos hacernos todos, porque buscamos y encontramos nuestro valor como personas en unas fuentes que pueden hacernos crecer o por el contrario introducirnos en círculos de difícil salida.
   Hay tres niveles en los que podemos buscar la valía de nuestras personas. El primero consiste en vivir persiguiendo el valor de nosotros mismos en lo que tenemos, en lo que parecemos. Si miramos por la ventana o observamos la televisión, vemos que muchas de las personas e instituciones que nos rodean, y a menudo también nosotros mismos nos movemos desde aquí. Esta forma de vivir desde el exterior está abocada a la insatisfacción.
   Una segunda posibilidad es vivir apoyando nuestra valía en nuestras capacidades, en nuestras actitudes positivas, en todo lo que hacemos, etc. Esta forma de entender la vida funciona mientras las cosas te van bien, pero en el momento en que no actúas adecuadamente, no te salen las cosas bien, o no tienes las capacidades o resultados que tú o la sociedad espera, la frustración te puede llevar a la minusvaloración personal. Este es un paso de profundización respecto al anterior pero corremos el peligro de buscar justificarnos a nosotros mismos con lo que hacemos, de olvidarnos que la vida se nos ha regalado y que nuestro valor está mucho más allá de lo que hacemos.
   Y la tercera opción es vivir reconociendo nuestro valor por el hecho de existir, en nuestro SER. En este caso no necesitamos hacer nada, ni tener nada, ni aparentar nada, ni incluso actuar moralmente bien para reconocernos en nuestro valor, en nuestra dignidad. Simplemente es suficiente con SER y vivir desde ahí. Podemos ponerle distintos apellidos a este SER dependiendo de las sensibilidades o creencias. Es suficiente con vivir desde el SER hijos de Dios; es suficiente son vivir desde el SER uno con todo lo que vive; es suficiente con EXISTIR; es suficiente con haber sido creado. Porque el valor profundo que está en mí y me sustenta, se me ha dado, no tengo que ir persiguiéndolo ni mendigándolo. Ahora nos toca dejarnos sustentar en él.
Javi Morala, capuchino


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