domingo, 13 de septiembre de 2015

Y VOSOTROS ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY?

Esta famosa pregunta del Evangelio creo que es la que más veces se plantea a lo largo de la vida de un creyente, sobre todo en etapas de formación y en contextos de retiros y convivencias. Me es curioso como a lo largo de toda mi trayectoria espiritual me recuerdo intentando contestar a ella con palabras bonitas que expresaran lo que podría ser la respuesta “correcta”o al menos la que me permitiera después compartir cuál había sido el fruto de mi reflexión. Con el paso de los años y cuando ha habido más hondura espiritual y por tanto un comienzo del abandono de lo racional me doy cuenta de que hoy en día yo ya no podría contestar ni a esa pregunta ni a tantas otras porque mi mente, desde el mundo de las ideas, que es el único que conoce, ya no tienen nada que decir a cuestiones de ese tipo. Ante planteamientos semejantes te puedo como mucho contar una experiencia o una emoción que vaya de la mano.
   Y esto, gracias a Dios, ¿para qué me ha servido? Lo primero para mi crecimiento y además para no hacerle ya a mis alumnos este tipo de preguntas y en todo caso para pedirles una y otra vez que no contesten ni en este campo ni en ninguno con la cabeza, o al menos con aquello que ellos creen que a mí me puede gustar o que han aprendido de otros y que para nada expresa lo que sienten o creen.
   El resultado es cuanto menos curioso cuando a un niño o a un joven le miras fijamente y le dices: “y eso que me has respondido ¿tú te lo crees?”
   Por ahí creo que iba la intención de Jesús cuando le hace a sus amigos esa pregunta. Porque como buen pedagogo, se ganó el título a pulso en la facultad de la vida, primero se dirige a sus mentes: “¿quién dice la gente que soy?” Y cuando les ha dado la oportunidad de divagar y contar las habladurías y “marujeos” les pide que bajen a su corazón y el que pueda a sus entrañas y le respondan desde lo que cada uno es. Ojalá el Evangelio nos diera más datos de este momento, tuvo que ser de oro.
   Y es curioso que ante el desmarque de Pedro con su inteligente respuesta les prohiba inmediatamente que “se copien” de lo que Pedro acaba de decir. Y es que la experiencia personal está por encima de la transmisión de lo que he oído que han dicho.
   Entramos así en un tema difícil de lidiar, la Evangelización. En muchas ocasiones ésta ha pasado de un compartir la experiencia personal de Dios, que creo que es la que deja de verdad huella en el otro y le impulsa entonces a querer también hacer vida eso, a una mera transmisión de ideas aprendidas que pretenden convencer. Santa Teresa llama mucho la atención sobre esto y pide un conocimiento profundo de Cristo y un caminar en la experiencia.
   De todos modos, tenemos tan relacionada la cabeza y por tanto todo el mundo de los juicios y expectativas con nuestra vida, que aunque en principio intuyo que la respuesta de Pedro surgió de los más profundo de sus entrañas, inmediatamente cortó la conexión y desde sus miedos intentó ponerle “puertas al campo” y limitar la vida del Maestro ante lo que era ya cercano que sucediera.
   Entrar en las claves de Dios, desde la dimensión espiritual, no racional ni religiosa, trae consigo quedarse sin parapetos ni apoyos. Ir subiendo una escalera cuyos escalones se van desintegrando sin dejar posibilidad de marcha atrás. Ahí está el reto y también la maravilla de ir adentrándose hasta el corazón de Dios que resulta estar dentro de nuestro ser más profundo.
   Una invitación por mi parte a los que tenemos personas a nuestro cargo en cualquier campo a permitirles que fluyan hacían dentro y a no cargar de ideas vacías de sentido lo que sólo puede proceder de la experiencia. Formación, sí, pero no adoctrinamiento. Atención profunda a esto.
CLARA LÓPEZ RUBIO

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