domingo, 25 de octubre de 2015

AL BORDE DEL CAMINO

En mis años de docencia, que ya van para 25, he ido observando cómo los alumnos, sean de la edad que sean, han ido pasando de una capacidad de sorpresa y más o menos gusto por el aprendizaje, a casi un desinterés superlativo y a una casi nula capacidad de agrado ante los nuevos retos. Y creo que no estoy descubriéndole a nadie esta situación, solo la traigo a colación con motivo del Evangelio que nos acompaña este domingo.
   Tanta información en la calle y la rapidez de la consecución de esta por medio de la tecnología ha hecho que los que nos dedicamos a la enseñanza tengamos que rizar una y otra vez el rizo para que a los niños y jóvenes les interese mínimamente un aprendizaje. Triste situación pero una llamada al reto continuo. Y como padres hay muchos que me cuentan una y otra vez lo mismo. ¿Cómo relacionamos esto ahora con el ciego Bartimeo?
   Lo primero que me llama la atención es el dato de Marcos de “estar al borde del camino”. Este sitio es el de los que no quieren ser protagonistas de una determinada actividad. Nos ponemos al borde del camino cuando vamos a ver una carrera, una procesión… cualquier acontecimiento en el que nosotros no somos los protagonistas y sólo deseamos ver cómo lo hacen los demás.
   Cuando esta actitud es solo puntual porque no en todo participamos, es deseable incluso, porque también los hay que por estar siempre en medio no dejan hacer, pero en el caso de que sea el lugar donde niños, jóvenes y adultos se instalan, la situación se complica y la ceguera se hace crónica.
   El ciego Bartimeo es un apartado externo e interno. Externo porque por ser ciego ya no contaba en la sociedad y está fuera del camino de la vida e interno porque él ya se lo ha creído y ha hecho de ése, su sitio. Pues al igual que el ciego muchas personas y niños ya se sitúan al borde del camino sin ser protagonistas de su propia historia. Y viviendo en ceguera van pasando los días esperando que otros les den una buena noticia.
   Es hora de “dar un salto” y gritar de dentro hacia fuera que la vida se hace viviéndola y poniéndose en mitad del camino. Y eso es lo que hace Jesús con él, abrirle a la verdad para no vivir más desde la pasividad. Que Jesús le curara o no una ceguera física creo que no es importante y nada podríamos nosotros aprender de ello, es el descubrimiento de Dios dentro de nosotros lo que nos hace dejar una vida como actores secundarios a pasar a ser responsables de nuestra existencia.
   Todos estamos expuestos a esta oportunidad, solo hay que estar atento a “las mociones del Espíritu”, como decía San Ignacio y actuar.
CLARA LÓPEZ RUBIO 


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