domingo, 22 de noviembre de 2015

A TRAVÉS DE LA MIRADA

Otro año que se nos escapa. Ha llegado otra vez la que podríamos llamar la nochevieja litúrgica y con ella el acento a Cristo como Rey del hombre, al menos de todos los que así lo consideramos, porque una vez más intento separarme de las etiquetas que le ponemos a Dios y que me diferenciarían en todo caso de aquellos que no consideran a Jesús necesario y existente en su vida.
   Aún así se hace difícil hoy en día tener claro qué puede significar el “ser rey” cuando es una imagen tan mermada: los intereses personales, las supuestas negociaciones de unos con otros en multitud de ocasiones para su propio beneficio… han hecho que ya no haya confianza en dicha figura. ¿Cómo entonces tener a Jesús por Rey?
   Me ayuda centrarme en el pasaje del evangelio y en la postura de Pilato. Hombre acostumbrado a vivir en lo externo que esperaba con su acción en Israel el beneplácito de Roma, no le viene nada viene tener ninguna contienda ni perder la confianza de sus superiores. El Hombre que tiene delante, Jesús, está claro que no le aporta ningún beneficio ni le merece la pena tener con Él nada más allá de ese rato en el que tiene que decidir qué hacer con Él y por eso quiere acabar pronto. Una vez más situarse en lo externo y en el juicio no hace posible la sabiduría ni el encuentro. Y es que creo que Pilato tenía miedo de los ojos de Jesús y a través de ellos de encontrarse con él y sentirse perdido porque en Jesús se reconocería a sí mismo. ¿Os habéis dado cuenta del gran peligro que supone el mirar a los ojos de los demás? La mayoría de las ocasiones hay peligro de como se dice actualmente “quedarse pillado”, por eso vamos casi continuamente mirando hacia abajo o al móvil y las miradas no se cruzan. Hay gente de hecho que se pasa continuamente la vida esquivando las miradas para no ser reconocidos. Urge un cambio en la forma de relacionarnos considerando que en cada momento del día hay ocasiones en las que si se logra conectar con la mirada del otro éste se convierte para ese momento en el rey de esa circunstancia y por ende, cada uno de nosotros damos pie en lo más profundo a un Encuentro. Ahí es donde coronamos a cada hombre como rey y en todos ellos a Jesús.
   Ya tenemos tarea para los próximos días: fomentar el encuentro real aunque sea en un solo segundo a través de la mirada que hace casi que se pare el tiempo y fruto de ella clavar nuestra mirada en nosotros mismos, esos a los que algunos tan poco conocen porque prefieren seguir perdidos en los externo y en lo que no conduce a un encuentro personal consigo mismo negándose a sentirse reyes de sus propia existencia, esa en la que Dios habita.
CLARA LÓPEZ RUBIO 


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