domingo, 1 de noviembre de 2015

LA SANTIDAD DEL PRESENTE

Dicen que las Bienaventuranzas es una de las páginas que con más frecuencia se elige si hubiera que quedarse con un sólo capítulo del Evangelio. Dicen que vivir las Bienaventuranzas es el secreto de la felicidad y yo digo que creo que no tenemos ni idea de cómo vivirlas. Ser perseguido, hambriento, sentirse solo y sin consuelo… ¿y por ello ser y sentirse bienaventurado? ¿No será al contrario? Duro programa electoral ahora que se van acercando las elecciones, mal rollo, como dirían los jóvenes. Porque ser bienaventurado sería como aquello de vivir una “buena aventura” ¿no? A lo mejor por ahí nos cuadra más.
   Vivir una buena aventura es el vivir desde el reto y la frescura de la vida, la que ésta cada día nos vaya trayendo. Y a su ritmo iremos tomando decisiones. Claro, desde aquí, unas veces la vida nos traerá persecución, aunque sea solo por optar por hacer el trabajo bien hecho sin escurrir el bulto y sin pisar para subir, otras veces nos tocará ser hambrientos de seguridades y asimientos porque encontramos que ya nada es como antes y solo es Dios desde dentro.
   También podremos tener la experiencia de ser perseguidos, juzgados, criticados, porque nuestra conducta no deja a los demás indiferentes y esto será como consecuencia de la experiencia de vivir a Dios desde dentro que es donde sentimos únicamente que Dios habita. Experimentaremos entonces la serenidad de que lo que estamos viviendo es una buena aventura y nos sentiremos y de hecho seremos “bienaventurados”.
   En la otra cara de la moneda estará el juicio por los que se vive, de lo propio y lo ajeno, la falta de atención al presente y por tanto el vivir fuera de sí que más de una vez nos lleva a sentirnos deprimidos, enfermos, desosegados… viviendo con mala suerte, llegamos a veces a decir.
   Todo esto no lleva a buscar ni la persecución, ni él hambre, ni la desnudez. La vida se vive y celebra y el propio devenir de los acontecimientos nos proporcionarán las experiencias que toquen.
   Santos con títulos y anónimos así creo que lo entendieron. Y ahora nos toca llevar grabados a fuego que no hay más tiempo que éste y más oportunidad que la que la vida nos pone delante en cada momento. ¿Otro ideal de santidad? Quizá sí, pero éste es el que me toca a mí. Y como prueba la alegría que me acompaña.
CLARA LÓPEZ RUBIO

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