viernes, 27 de febrero de 2015

LA PIEDRA EN EL CAMINO

Un anciano monje de un lejano monasterio observaba con atención a sus tres últimos alumnos. Llevaban mucho tiempo con él, aprendiendo de sus enseñanzas y ya era tiempo de comprobar si estaban dispuestos para abandonar el monasterio y seguir solos su camino. Para saber si ya estaban preparados los puso a prueba
   La noche anterior había habido una tormenta terrible y una piedra enorme había invadido una gran parte del camino que llevaba a la aldea. Aprovechando esta circunstancia fingió que estaba muy enfermo y que necesitaba ayuda. Los tres alumnos comprendieron la gravedad de la situación y rápidamente se pusieron en marcha.
   El primero en llegar, cuando vio la piedra, la sorteó de un gran salto y se dirigió rápidamente a la aldea para buscar un médico.
   El segundo se asustó del gran tamaño de la piedra y a duras penas logró pasar por un lado y fue a la aldea en busca de ayuda.
   Cuando el tercero llegó se dio cuenta de que la piedra impedía el paso y con un gran martillo fue deshaciendo la piedra hasta que el camino quedó despejado y allí esperó a que los otros compañeros regresaran con la ayuda. Cuando ellos llegaron, pudieron pasar rápidamente y sin problemas y fueron a ver al anciano.
   En anciano monje agradeció el enorme esfuerzo de cada uno y habló con ellos separadamente.
   Al primero le dijo: aprovecha tu agilidad y tu energía en ayudar a los demás, ya estás preparado para tu marcha.
   Al segundo le dijo: aprovecha tu constancia y tu inteligencia en ayudar a los demás, ya estás preparado para iniciar tu nuevo camino.
   Y cuando llegó al tercero lloró de emoción y de asombro y le dijo: aprovecha tu solidaridad y tu humildad para enseñar a otros y conviértete en el nuevo maestro de este monasterio.

Hay personas que ayudan y son buenas, hay personas que se comprometen y son mejores y hay personas que hacen que todo lo anterior sea posible, esas… son imprescindibles.


martes, 24 de febrero de 2015

LA AMISTAD

Las personas somos seres relacionales. Las relaciones nos van configurando, nos van haciendo ser quienes somos. Las relaciones entre las personas son a la vez las más exigentes y las más plenificadoras, las que más gozo nos producen y las que más sufrimiento generan; y a su vez, son las que nos van humanizando. Entre estas relaciones está la amistad.
   El amigo, la amiga, no son los amigotes, ni los conocidos, ni los contactos de las redes sociales… Son esa o esas pocas personas ante las cuales nos mostramos tal cual somos y, con todo, somos aceptados. Todos hemos tenido uno o varios amigos a lo largo de nuestra vida. En cada etapa de la vida este tipo de relación adquiere diversas modulaciones: los primeros aprendizajes dela infancia, la amistad idealizada en la adolescencia, la inolvidable de la juventud, las amistades adultas que saben de sus límites y de sus posibilidades. En todas ellas, ofrecemos lo mejor que somos y recibimos lo mejor que son y tienen los amigos.
   La amistad no se elige, se encuentra aun cuando requiere trabajo, acercamiento, riesgo, saber perder, perdonar heridas, agradecer… Un amigo no se fabrica, se acepta. La misma edad, las mismas circunstancias, una historia parecida, un lugar común… ayudan a ensamblar esa relación en la cual comulgo con otra persona de igual a igual a niveles afectivos profundos. ¡Qué hermoso es tener un amigo! “El que tiene un amigo tiene un tesoro”.
   Y qué no será cuando lo que nos une, más allá de las diferencias, es que hemos sido encontrados por Dios. No son ya las circunstancias e historias vitales en común, sino la aventura de seguir a Jesús, o buscar al Dios vivo que nos ha herido, a cada uno de modo particular. Ha sido Él el que nos ha unido, Él es la bisagra que ensambla nuestra amistad. Sólo en esta comunión, la amistad alcanza unas dimensiones nunca sospechadas; estamos unidos en el mismo amor de Dios y a Dios. La amistad adquiere tintes de fraternidad, hermanos de un mismo Padre.
Carta de Asís, febrero 2015


domingo, 22 de febrero de 2015

EL DESIERTO, PARA EMPEZAR

Preciosa imagen para comenzar el recorrido de la Cuaresma. El desierto como imagen de lo real, de lo cotidiano, de lo que realmente es, de lo que se es. Porque es en la vida, en el día a día donde “se es”.
   Y en ese día a día, es donde hay que desarrollar la capacidad que tenemos de salvaguardar nuestra esencia y poder hacer silencio a pesar de toda la borágine externa. Ahí es donde surgirán con fuerza las fieras, las alimañas de nuestras expectativas, juicios, miedos y resistencias. Pero cada una de ellas son ocasión de crecimiento y madurez si nos sabemos situarnos ante ellas.
   No nos van a faltar jamás, ellas andan siempre al acecho y saben cuándo salir a nuestro paso y no podemos dejarlas atrás huyendo, sino permaneciendo con atención en nosotros. Cuando se las reconoce y se las llama por su nombre se desintegran y dejan de tener el control de nuestra vida.
   Tarea de la Cuaresma es reconocer estos bichos que se apoderan de nuestra paz haciéndonos seres miedosos, faltos de esperanza y con gran necesidad de reconciliarse con ellos mismos.
   Estemos atentos y agudicemos el proceso de bajada al interior, sólo ahí reconoceremos la presencia de Dios y podremos entonces vivir la experiencia de la Pascua.

CLARA LÓPEZ RUBIO


viernes, 20 de febrero de 2015

QUIERO SABER DÓNDE VIVES

Señor Dios, he pasado la vida buscándote. He preguntado tu nombre y dirección. Quiero saber dónde vives. Deseo encontrarte y hablar contigo. Pero me han dado nombre y direcciones, que me he perdido. Dios mío: ¿dónde habitas? Algunos me indican grandes templos, grandes iglesias. Decían: «Su nombre es Dios, el Altísimo». Fui a aquellos lugares, pero no te encontré. Solo hallé hermosas piedras, y personas que afirmaban saberlo todo acerca de ti. Sin embargo, por más que yo lo deseaba, no he logrado creer. El corazón me decía: ¡Dios no es así! No encontré en medio de ellos ni justicia ni amor. Otros me señalaban los grupos insumisos que viven en la sombra. Decían: «Su nombre es Dios Vengador y justiciero». Me acerqué a ellos y me quedé en la duda. Encontré gente estupenda, pero no hallé ni humildad ni la libertad de la que tanto hablan. He proseguido la búsqueda de tu morada, de tu presencia. Cansado y sudoroso de tanto caminar, me he detenido ante la casa de un pobre. Estaba sentado en la acera, frente a su casucha, para disfrutar el aire fresco del atardecer. Le pregunté tu nombre y dirección. El me respondió: «Amigo, perdona mi ignorancia. Me llamo Severino. No sé darte ninguna información. Pero entra conmigo y descansa un poco. Tienes aspecto de andar dando vueltas, cansado. Quédate aquí conmigo: ¡estás en tu casa!». Entré y me quedé. ¡Aún estoy allí! Ignoro si tú habitas en la casa de Severino. Él me ha dicho que no te conoce. Pero junto a él he hallado paz y humildad, participación y perdón, solidaridad y lucha por la justicia. He dado con la libertad verdadera. Dime, Señor: ¿Es en la casa de este pobre donde te escondes? No puede ser de otro modo. En efecto, él no se presenta como un profesor y, sin embargo, ¡cuántas cosas me ha enseñado! No posee nada, pero me ha dado todo aquello que necesitaba. Dice que es un ignorante, aunque sabe mucho más que yo. Es débil y carece de medios, con todo, en su lucha por la justicia, nadie hasta ahora ha conseguido derrotarlo. Vive lleno de sufrimientos, pero ¡nunca he contemplado tanta alegría! Vive luchando y, sin embargo, no hace más que contagiar su paz. Si no fuese ésta tu morada, Señor, ya no sabría dónde más buscarla. Aquí encuentro y recibo lo que andaba buscando. Y aquí permanezco lleno de gratitud, hasta que me indiques otra dirección mejor. Espero sólo que un día me reveles tu nombre. Amén.
Mesters, Flor sin defensa (Asís 1986)

miércoles, 18 de febrero de 2015

MIÉRCOLES DE CENIZA: CUARENTA DÍAS DE CAMINO

Vivo en el mundo de los “enredos”: prisas, agobios, problemas y conflictos, miles de relaciones fugaces, ando cargado de trabajos, estudios y compromisos… tengo la sensación de que el mundo va una velocidad de vértigo que me supera. Me doy un respiro. Paro, me siento, y comienzo a tomar conciencia de mi propia confusión y caos. Se me van “abriendo los ojos” y me pregunto: ¿qué sentido tiene todo esto? ¿Hacia dónde voy? ¿Dónde me lleva este ritmo de vida? Y empiezo a despertar como de un sueño. De nuevo, surge el deseo de reorientar mi vida. 
   Y descubro que toda esta experiencia no es nueva, no es la primera vez que me pasa. Mi historia está llena de caídas y nuevos intentos. Pero no desespero. Porque es Él, ese Dios que siempre está ahí, quien me trata como un maestro de escuela trata a un niño: enseñándome. Y me enseña que mi vida es un camino: que cada caída, crisis, enredo es una oportunidad para vivir de forma más auténtica; que es Él quien sigue dando continuidad a mi historia; que es su pedagogía, a veces extraña, la que me convierte, desbloquea, ilusiona y me impulsa a seguir haciendo camino. Un camino que, al andarlo, me abre a nuevos horizontes. Un camino, mi camino… que quiero seguir aprendiendo… 

Quique Gómez-Puig, sj


martes, 17 de febrero de 2015

HIJOS DE UN MISMO DIOS

Macaco estrena el vídeo "Hijos de un mismo Dios", primer avance de su album "Historias Tattooadas". El videoclip parte de una idea original escrita por el propio Macaco y por el realizador Gus Carballo. Las imágenes de este clip muestran algunos de los síntomas que padece nuestra sociedad actual: El vertiginoso ritmo de nuestras vidas, la perdida de las relaciones personales en favor del "pantallismo online", la costumbre a la violencia, la desconexión entre los ciudadanos y sus representantes, el control de la industria farmacéutica y alimentaria...
   Las imágenes van de la mano de las historias narradas, seis pequeñas películas rodadas en diferentes lugares del mundo, sin conclusiones, únicamente un símbolismo final que rinde homenaje a Gabriel García Márquez y su realismo mágico. “Intentamos buscar la conexión humana en este mundo hiperconectado, porque como dice otro maestro, Joan Manuel Serrat: ‘Lloramos todos con las mismas lágrimas, soñamos de la misma manera, por mucho que traten de mostrarnos diferentes somos mucho más parecidos de lo que creemos”, resume Macaco como filosofía de la canción.
macaco.es

domingo, 15 de febrero de 2015

QUIERO, QUEDA LIMPIO

La lepra es una de las enfermedades que a pesar de estar ya hoy erradicada, más sigue llamando la atención y sobre todo si es a un niño al que se le explica. Y desde luego, mucha valentía habría que tener, para que siendo algo tan contagioso y tan socialmente inaceptado, Jesús, Francisco de Asís y otros que a los enfermos se acercaron, supieran que de los cuidados más importantes y efectivos que a esta gente se le podían ofrecer era el cariño y la cercanía.
   Hoy en día, hay que hablar de una lepra del espíritu, altamente contagiosa por otro lado. Hablo esta tarde de la tristeza, la soledad, la amargura, el resentimiento, enfermedades del alma que se van haciendo crónicas y que luego cuesta horrores sanar.
   Esta semana estoy especialmente acompañando a un querido amigo que con trazas de hombre con suerte, querido por muchos y aspecto fuerte, está roto por dentro, herido. Una y otra vez se expresa con dolor y dureza con respecto a su persona como si leproso se sintiese, no se percibe con derecho y libertad para que le acompañemos, como si fuera la sociedad la que lo apuntara con el dedo, cuando solo es él.
   Durante tiempo, demasiado quizá, ha ido dejando su vida a jirones, olvidándose de si mismo y viviendo para los demás hasta el punto de haber perdido su propia libertad, creyendo que así ayudaba más o… qué se yo. Sufre tremendamente, le cuesta hacerse a la idea que es necesario conectar consigo mismo de nuevo y como Jesús, apartarse, para encontrarse.
   La lepra de nuestros días es la falta de presencia y de arraigo a lo que vivimos. Vivir deseando el pasado o confiando en el futuro no son caminos de vivir en Dios.
   Pero hay curación posible. Y por eso Jesús manda al recién sanado: “No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote”. El primer paso es reconocer que algo no anda bien, y ser consciente de la desubicación, y que cada uno se presente a sí mismo con necesidad de crecimiento. Ahí ya comienza el proceso del cambio.
   Por lo demás, Dios siempre permanece. Nunca hay que hacer nada extraordinario porque siempre está. Volver a conectar es volver a la casa del Padre.
CLARA LÓPEZ RUBIO

viernes, 13 de febrero de 2015

ORACIÓN DEL PEREGRINO

Que los caminos se abran a tu encuentro,
que el sol brille sobre tu rostro,
que la lluvia caiga suave sobre tus campos,
que el viento sople siempre a tu espalda.
Que guardes en tu corazón con gratitud
el recuerdo precioso de las cosas buenas de la vida.
Que todo don de Dios crezca en ti
y te ayude a llevar la alegría a los corazones de cuantos amas.
Que tus ojos reflejen un brillo de amistad,
gracioso y generoso como el sol,
que sale entre las nubes y calienta el mar tranquilo.
Que la fuerza de Dios te mantenga firme,
que los ojos de Dios te miren,
que los oídos de Dios te oigan,
que la Palabra de Dios te hable,
que la mano de Dios te proteja,
y que, hasta que volvamos a encontrarnos,
otro te tenga, y nos tenga a todos, en la palma de su mano.

martes, 10 de febrero de 2015

TODAS SOMOS PRINCESAS

Hay una tienda de ropa en Zaragoza que se llama así: “Todas somos princesas”. Y cada vez que me cruzo con ella, me surge una sonrisa, porque me parece que esta idea encierra una intuición verdadera y a la vez una gran confusión.
   Comienzo con la confusión que va más allá de la obvia de que todas no somos princesas. La idea equivocada está en pensar que somos personas especiales. A Enrique Martínez Lozano le oí decir que cada uno de nosotros “no somos especiales” y que al creérnoslo no nos hacemos nada bien. Nos debería bastar con SER -¡qué más se puede pedir y vivir!- pero necesitamos sentirnos especiales. Es muy sano que el niño en su crecimiento psicológico necesite sentirse especial para luego poder trascender esa necesidad. Pero la necesidad de sentirse especial en un adulto, nos hace sufrir porque no se sacia, y el temor de no lograrlo nos puede llevar a una ansiedad agotadora. La consecuencia es la vida narcisista y egocéntrica en la que muchas veces nos movemos. No quiere decir que no tengamos muchísimo valor, sino que no somos mejores que los otros, que no somos únicos en valor o dignidad.
   Es muy significativo que una tienda de ropa enarbole este nombre y esta idea, porque quiere, que con sus productos, saciemos nuestra necesidad de sentirnos alguien especial y compremos y compremos, queriendo paliar esa hambre: en el fondo es la dinámica de la cultura del consumo en la que vivimos.
   La intuición certera de este nombre de tienda, tiene que ver con tantos textos de la Biblia que expresan una idea parecida a ésta, que dice Dios a su pueblo, que nos dice Dios a cada uno de nosotros: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque esas llegasen a olvidar yo no te olvido” (Is 49, 15). Es el amor incondicional y “hasta el extremo” (Jn 13, 1) que Dios nos tiene. Es el sentido de valor incondicional, de dignidad irrenunciable que todos los humanos tenemos dentro. Es el sabernos hijos de Dios, hijos del Rey de reyes, que hemos descubierto los cristianos.
   Y todas las personas buscamos vivir desde este valor absoluto que intuimos, en lo profundo, que somos. Pero a veces equivocamos el modo de hacerlo. En ocasiones, podemos creer que por vestirnos a la última, por llevar un buen móvil o un bonito coche, somos más y podemos ir con la cabeza más alta, más orgullosos de nosotros mismos. Otras veces somos más sutiles y creemos que el éxito profesional, o el ser reconocidos por nuestro entorno va ha hacernos mejores hombres o mujeres. Pero me resulta clarificante entender que estas situaciones tan comunes, en el fondo, están queriendo realizar, expresar, ese sentido profundo que todos tenemos, de lo valiosos que somos. Así que cada vez que veamos a alguien queriendo aparentar más, en lugar de juzgar, podemos reconocer en esa actitud, la búsqueda legítima y a tientas, del valor de uno mismo. Otra forma de cultivar una mirada profunda y compasiva.
Javier Morala, capuchino

viernes, 6 de febrero de 2015

HUELLAS EN LA ARENA

Caminaste conmigo, dejando huellas en la arena
y me ayudaste a entender a donde voy
Caminaste conmigo, cuando estaba completamente sola
con tantas cosas que no conozco y encuentro a lo largo del camino
Entonces te oí decir:

Te prometo que siempre estaré aquí
cuando tu corazón esté lleno de dolor y desesperación.
Te guiaré cuando necesites un amigo
encontrarás mis huellas en la arena.

Veo mi vida cruzando el cielo
y me he sentido asustada muchas veces
y cuando creí que había perdido mi camino
me diste fuerzas para continuar,
fue entonces cuando te escuché decir:

Te prometo que siempre estaré aquí
cuando tu corazón esté lleno de dolor y desesperación.
Te guiaré cuando necesites un amigo
encontrarás mis huellas en la arena.

Cuando estoy agotada sé que estarás ahí
porque puedo sentirte diciendo:

Te prometo que siempre estaré aquí
cuando tu corazón esté lleno de dolor y desesperación.
Te guiaré cuando necesites un amigo
encontrarás mis huellas en la arena.






martes, 3 de febrero de 2015

LA VIDA EN PLENITUD

No podemos hacernos a la idea de qué es creer en una vida plena. Como sentimos que tenemos la vida a cuentagotas, que hoy somos y mañana no, que hoy estamos bien y mañana podemos estar al borde del abismo, se nos hace difícil siquiera imaginar qué puede ser una vida plena. Por eso Jesús se ha hartado de decir que lo suyo era dar vida definitiva porque otros han dado vida a cuenta gotas pero, al final, también han terminado. Jesús dice en Jn 5,21 que él levanta a los muertos dándoles vida definitiva porque los ama. Si se sostiene a un muerto y lo pone erguido, se puede llegar a creer que tiene vida. Pero a nada  que se deje de sostenerlo, el muerto vuelve a caer, inerte, a tierra. Jesús levanta a los muertos dándoles vida definitiva; no vuelven a caer, son autónomos y gozosos, tienen las posibilidades intactas, multiplicadas. No nos imaginamos qué pueda ser una vida definitiva pero, por oposición a la que tenemos, tan marcada por la limitación, imaginamos algo hermoso y bello. Pues bien, creemos en esa vida plena no únicamente como un anhelo, como un sueño, como un suspiro que se evapora enseguida. Creemos como una promesa de Jesús y como una certeza de la comunidad de creyentes. Pensarán muchos que no es buena época para alimentar esta clase de sueños. Pero sin ellos, ¿qué es el camino humano, sino un ciego andar no se sabe muy bien a dónde? ¿No es quitarle lo más puro que tiene, su alma, su sentido, su ilusión?
   El mismo Evangelio dice que soñar la vida plena, que creer en ella, no es una vanidad porque Dios ha sembrado en toda persona, en toda realidad ese anhelo, esa "capacidad" para ser hijos, para la dicha total. Hasta en los seres más inertes habita esa dicha; hasta en la persona más vacía y más resentida no muere del todo la chispa del gozo; hasta en el más desesperado y deprimido puede brotar una sonrisa si media el amor. Si esto no fuera cierto, el amor del Padre sería una realidad sin fuerza, sin empuje, sujeta y esclava a la limitación y a la tristeza. Por eso él ha sembrado a manos llenas, en los surcos más profundos, esa semilla de la plenitud. Otra cosa es si las personas estamos dispuestas o no a cuidar, alimentar, afanarse en torno a esa semilla para que fructifique en toda su potencia.
   Un poema que se atribuye a Borges comienza diciendo: "He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz". Puede parecer excesivo, pero es verdad: la infelicidad es el fracaso de lo humano; la imposibilidad de plenitud su mayor infierno. Por eso, todo lo que contribuya a ir haciendo más plena, más dichosa, con más contenido esta vida será la mejor manera de decir que creemos en un Jesús cuya obsesión ha sido, como la del Padre, sembrar en el campo de nuestra vida la semilla de lo pleno.
Fidel Aizpurúa, capuchino


domingo, 1 de febrero de 2015

CON AUTORIDAD

En el tiempo que estamos viviendo, ahora más que nunca y en nuestro país, se están imponiendo variedad de voces que se disputan planes de futuro, perspectivas de poder, y alrededor de ellas, las críticas, juicios, expectativas de unos y de otros y cada uno con sus razones y necesidades personales. La palabra cobra hoy una importancia tremenda y sin embargo es muy difícil encontrar a alguien que de verdad nos sugiera algo sorprendente o nos toque por dentro.
   Surge entonces el detalle del Evangelio del domingo que justamente nos habla de un hombre que sin necesidad de chillar su mensaje llega con autoridad a quien sabe escucharlo.
   Yo, que tanto por mi profesión como por mi pertenencia a Siloé, tengo en la voz mi principal instrumento para comunicar, anhelo cada día ese estar que transmita con autoridad y sin imposiciones.
   Nos hacen falta buenos comunicadores que sepan transmitirnos su experiencia pero nos dejen volar y necesitamos también mucho silencio, frente a mensajes vacíos de contenido y sin autoridad. Porque si una palabra no puede mejorar el silencio, mejor callar.
   Y para poder comunicar es necesario desarrollar nuestra capacidad de observación y una presencia consciente. Entonces, “de lo que rebosa el corazón hablará nuestra boca”.

CLARA LÓPEZ RUBIO