miércoles, 15 de febrero de 2017

¡ES ALUCINANTE QUE YO EXISTA!

He pasado una temporada donde la tristeza se ha instalado dentro de mí. No es porque haya vivido una frustración puntual sino porque varias situaciones me han inundado de desesperanza: encontrarme con tanto sufrimiento a mi alrededor; ver que algunas personas de mi entorno experimentan una injusticia remediable que les hace padecer constantemente; creer que, desde la fraternidad, no habíamos sabido dar a unas personas sin hogar, lo que necesitaban para salir de su situación; volverme a encontrar otro día más, como tantos otros, la vergüenza y la inhumanidad de la guerra de Siria, de los refugiados a los que les cerramos una posibilidad de una vida digna y los dejamos abandonados como si no fueran seres humanos. Todo esto había conseguido borrar la sonrisa espontánea de mi gesto. Mi convicción de que Dios sostenía la vida y que la iba empujando hacia algo mejor aparentaba no ser real.

A la vez, y aunque parezca que no tiene nada que ver, llevo un tiempo interesado por la física cuántica, por conocer un poco más las partículas elementales y el origen del universo. Es alucinante que en el inicio del Big-Bang toda la masa y energía del cosmos estuvieran concentradas en un espacio más pequeño que el núcleo de un átomo. Y que en el primer segundo después de la gran explosión, sólo hubiera un caldo primordial formado por unas partículas elementales llamadas quarks, que no podían unirse para formar átomos por la enorme temperatura que existía. A los cien segundos ya se formaron núcleos de helio, cuando la temperatura había bajado lo suficiente como para que, primero se formaran los protones y los electrones, y luego se unieran entre sí. Pero si las condiciones físicas hubieran sido mínimamente diferentes el universo no hubiera sido viable. El mismo Stephen Hawking escribe: "Si la velocidad de expansión un segundo después del Big-Bang hubiese sido menor, incluso en una parte en cien mil billones, el Universo se habría colapsado de nuevo antes de que hubiese alcanzado el tamaño actual". Y si la velocidad de expansión hubiera sido un poco mayor la vida no habría sido factible en nuestro cosmos.

Es decir, podríamos perfectamente no haber sucedido. Es una maravilla que yo exista, que yo forme parte de este universo, que exista una humanidad. Es alucinante que de esas partículas elementales se haya formado mi cuerpo después de 13.700 millones de años. Es increíble que en el planeta donde nacimos haya una atmósfera capaz de amparar la vida. Es asombrosa la vida, es asombrosa mi existencia, y me siento agradecido. Y mi tristeza se difumina porque hay algo más grande, hay una alegría en otro nivel que diluye mi desesperanza: es la conciencia de existir, el gozo de ser pudiendo no haber sido. Es muy semejante a lo que proponía Soren Kierkegaard para aplacar la pena del afligido: contemplar los lirios del campo y los pájaros del cielo como pide el Evangelio, para meditar "qué glorioso es ser hombre".
Javi Morala, capuchino

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