sábado, 15 de abril de 2017

JESÚS, PUENTE QUE CONDUCE AL MISTERIO

El Sábado Santo es un día de mezcla: silencio ante el Jesús muerto, sorpresa y gozo ante el Señor resucitado. Así lo leeremos en el Evangelio de la celebración de la noche. La invitación a la alegría que se hace en él nos abre las puertas del misterio de Jesús. Él es un puente que conduce al misterio, a la espiritualidad, a la música que no se oye, a lo que bulle debajo de la piel.

Hablar de misterio no es cosa rara, es hablar de espiritualidad. La espiritualidad es una nota del corazón humano, antes de ser algo religioso. Es, como decimos, la certeza de que debajo de la piel bulle la vida. La resurrección es algo de eso: decir que hay vida debajo de lo que vemos, confirmarnos en que, a pesar de todo, vamos a mejor, creer que hay un horizonte hermoso para nuestros días. Por eso, el misterio abre a la esperanza, a la alegría.

Puede parecer que esto del misterio es algo que nos escapa de las manos, como la arena fina de la playa que se escurre entre los dedos. Pero en realidad, ya lo dijo el Evangelio de san Juan: es como el viento “que no sabes de dónde viene ni adónde va, pero oyes su voz” (Jn 3,8). No lo ves, pero sabes que está ahí. Algo de eso es el misterio de la resurrección, no lo ves, pero sabes que está ahí vivo.

¿Quién habría dicho por primera vez que “estaba vivo”? Posiblemente alguna de las mujeres que anduvieron con él, porque quizá ellas fueron las que más lo amaron. Es para entender algo de la resurrección, hay que amar. Si no amas, te quedas en lo de fuera, en las ideas, en lo ritos. Pero si amas, entiendes ese latido de la vida que hay en la resurrección. Por eso, la resurrección más que cuestión de ideas es cuestión de amor.

Por lo mismo, en este día del Sábado Santo hay que hablar de amor y hay que hablar de vida. Has de ver si la celebración te lleva a querer amar con más intensidad. Incluso has de ver si cada día amas más la vida. La resurrección es un misterio de vida. Quien entiende la resurrección habría de convertirse en apóstol del gusto por la vida. Quien cree en la resurrección agradece cada día el básico don de la vida, el don sagrado de vivir y respirar.

Es cierto que la resurrección tiene un componente de misterio que no logramos explicar. Pero, ante todo, es un misterio que nos acerca al gozo de vivir, al aprecio de la vida, a la hermandad con todo lo que vive.

Renueva en este día de Sábado Santo tus deseos de vivir con intensidad, de amar con toda la profundidad que puedas, de sentirte hermano y hermana de todo lo que vive. El corazón del resucitado late en toda nuestra vida. Así, al celebrar cada año la Pascua, Jesús se nos convierte en puente que nos lleva al misterio de la fe y de la vida.

Para preguntarse:
  • ¿Te interesa la interioridad, la espiritualidad, lo que hay debajo de la piel?
  • ¿Te parece interesante eso de ser “apóstol del gusto por la vida”?
  • ¿Te empuja cada año la fuerza del Resucitado, lo sientes vivo dentro?

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