miércoles, 27 de diciembre de 2017

HIJO DE LA TIERRA

Siempre hemos dicho que la encarnación de Jesús es un “misterio”: Dios que se hace hombre. Y así es. Pero ese tipo de formulaciones ha conllevado tantos desajustes en el imaginario religioso (Dios “disfrazado” de hombre, Dios que baja del cielo, un Jesús que lo sabe todo porque es Dios, etc.) que uno se pregunta si no será mejor buscar por otro camino.

Podríamos pensar a Jesús como un hijo de la tierra. Y si se quiere, el mejor de sus hijos. Él, como nosotros, viene de la tierra y vuelve al fondo de la tierra. No viene de las nubes y vuelve a ellas (ese transcendentalismo es tosco). Al ser tierra, él nos abre al misterio de la tierra, a esa hondura de lo creado que se capta en la medida en que uno echa mística a la cosa.

Esta manera de entender la encarnación nos llevaría también a otra forma de vivir la Navidad, lejos de un historicismo superficial o de un consumo que no nos alegra; más cerca de una mística que nos habla de la suerte de ser tierra, de agradecer el don de la tierra en la que estamos encarnados, en la que se ha encarnado el mejor de los humanos, Jesús el de Nazaret.

Es un intento, en nuestra edad tan adulta, de dar cuerpo a un camino distinto al recibido, sin por ello desdecirnos de lo que nos dieron como bueno. Tal vez la Navidad de 2017 pueda tomar otros caminos de más adultez y de más gozo.

Fidel Aizpurúa, capuchino 

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