jueves, 29 de marzo de 2018

JUEVES SANTO: AMOR EN FORMA DE AGUA

“La forma del agua”, ganadora del Oscar de este año, es una bonita película donde el agua tiene una importancia muy grande: el agua es la humildad del personaje principal que es una limpiadora; el agua es la que guarda con vida al monstruo que han atrapado los poderosos; el agua es el escenario del amor y de la danza de los personajes principales. Es como si sin agua no pudiera haber amor.

Algo parecido le pasa a Jesús: su amor toma, a veces, la forma de agua: por eso dice que él bautiza con agua, que si uno no nace del agua y del espíritu no entra en el reino, que si uno bebe de él no volverá a tener sed, que si se cree en él le brotarán dentro fuentes de agua viva. Se ve que en la época de Jesús el agua era un bien muy preciado, de acceso mucho más difícil que en el nuestro. Por eso habla tantas veces del agua.

Pero el texto más importante sobre el agua es el que leeremos esta tarde en la escena del lavatorio de los pies: ahí el agua se convierte en signo de amor. Por eso es tan importante dejarse lavar los pies, porque si no se entiende eso, es que no se ama. Cuando Jesús lava los pies, en realidad está lavando y perfumando el corazón del otro. Le está diciendo: te lavo los pies porque para mí eres importante, porque me importas, porque estoy contigo.

Por eso es tan decisivo lavar y dejarse lavar los pies. Es tan decisivo que si uno no entiende esto no puede ser seguidor o seguidora de Jesús. Al fin y al cabo, ser seguidor es lavar pies, amar los lados débiles de la persona, servir las necesidades más elementales, acercarse a los silencios y estar ahí, mirar con empatía como si yo mismo estuviese en esa situación que veo.

Francisco de Asís tenía una especial predilección por este asunto de lavar los pies. Por eso mandaba que sus hermanos se lavasen los pies unos a otros para significar que eran eso, hermanos y nada más, iguales y nadie por encima del otro. Y, cuando estaba para morir, pidió que le leyeran este pasaje del jueves santo en que Jesús lava los pies a los discípulos, como si dijera que ese era el ideal de quien quiera vivir al estilo franciscano.

Por eso hoy, jueves santo, día del amor que envuelve a la persona y lo limpia como el agua cuando te lavas, tendrías que emocionarte ante el agua, tocarla, bendecirla, amarla, porque es signo de lo que de verdad debería ser tu vida: un canto al amor cada día, un trabajo fiel por amar, un deseo imparable de no dejar de amar nunca, por muchos que sean los fallos y las dificultades.

Amor en forma de agua, tan fiel como ella, tan limpio como ella, tan humilde como ella, tan servicial como ella, tan sencillo como ella, tan generoso como ella, tan callado como ella, tan perdonador como ella, tan envolvente como ella.

Tres preguntas para pensar:

  1. ¿Te parece interesante que Jesús hable tantas veces del agua?
  2. ¿Es tu amor tan sencillo y fiel como el agua?
  3. ¿Qué deberías lavar en tu vida para vivir más al estilo de Jesús?
 

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