martes, 6 de marzo de 2018

SOLTERO Y CUARENTÓN…

El otro día comentamos en casa este dicho: "Soltero y cuarentón, qué suerte tienes cabrón". Además de ser simpático, expresa muy bien un ideal de vida muy presente en nuestra sociedad: la felicidad está en hacer lo que a uno le apetece, gozar todo lo posible sin ningún tipo de limitación ni cortapisa. Se supone que el soltero de mediana edad tiene dinero suficiente como para dedicarse a placeres varios -viajar, sexualidad, amigotes, juergas, drogas, etc.- y además, no tiene nada que se lo impida: ya no vive con sus padres, no tiene esposa, ni hijos, ni compromiso alguno.

Pero también hemos visto en muchas ocasiones cómo personas que han vivido así, con sesenta años se han quedado solas, sin nadie con quien compartir alegrías o penas, sin nadie que vele por ellas en los malos momentos. Y al contrario, personas que han dedicado su existencia a sus hijos o a otras personas, al final de su vida están rodeados de seres que los quieren. Se da una extraña paradoja: los que han entregado su vida, los que aparentemente la han perdido por otros, terminan siendo cuidados y sostenidos por los demás; en cambio los que han estado únicamente pendientes de su propia persona acaban en la soledad.

Parece que la vida nos enseña que la tierra del amparo se va cultivando día a día con las semillas del amor y la entrega; y al desierto de la soledad se llega con los vientos del egocentrismo. Es lo que decía Jorge Drexler en su conocida canción: "cada uno da lo que recibe, y luego recibe lo que da". Más claramente lo expresó Jesús: "el que quiera salvar su vida la perderá y el que pierda su vida por mí, la encontrará".
Javi morala, capuchino

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